EMDR: Liberar la memoria, sanar la vida.

    Hay recuerdos que no se sienten como recuerdos, se viven como si estuviesen sucediendo ahora, con la misma intensidad con el mismo peso en el pecho, con ese nudo en la garganta. No es que la mente no quiera "superarlo" es que el cuerpo y el sistema nervioso siguen atrapados en aquel instante.

    la terapia EMDR -Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares- nació para ayudar a las personas a procesar experiencias traumáticas que quedaron "atascadas" en la memoria. No es magia, pero a veces lo parece: mientras el terapeuta guía los movimientos oculares o la estimulación bilateral, el cerebro empieza a reordenar la información de un modo natural adaptativo, como si encontrase un archivo perdido y lo colocase en su lugar correcto.

    La verdadera magia del EMDR está en su capacidad de transformar la relación que tenemos con nuestros propios recuerdos. Nos permite, no solo aliviar el peso del pasado, sino reescribiros la manera en que esos recuerdos influyen en nuestro presente. De esta forma, cada paso que damos hacia delante se siente más ligero, más pleno, más auténtico.

    En mi experiencia, EMDR es más que una técnica, es un puente. Un puente entre la herida y la luz. Entre el instante que nos rompió y el presente que nos pertenece. Entre la memoria que nos paraliza y la vida que nos espera al otro lado.

    No se trata de olvidar, se trata de integrar, de abrazar lo que fuimos incluso en nuestros momentos más oscuros y permitir que esas partes encuentren reposo. Porque cuando la mente y el corazón dejan de librar una guerra interna, el alma puede volver a ocupar su lugar natural, un lugar de calma, de propósito y de apertura hacia el futuro.

    Sanar no es volver a ser quién éramos antes del dolor. Es convertirnos en alguien más completo, más consciente y más libre. El EMDR es, para muchas personas, el primer paso de ese camino.


Gemma Guerra de la Fuente

Psicóloga y terapeuta de EMDR

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